domingo, 28 de abril de 2013

La última

No hay palabras para describir tres años de felicidad, la cual, como sabemos, no es eterna, tampoco contínua. Así que lo mejor, es callar.

Apareciste en mi vida aquél diciembre del dos mil nueve, fuiste mi regalo de navidad, aquél que nunca imaginé.

Quise hacer un rancho en tus labios, vivir allí por un tiempo, justo en la comisura. Me dejaste.

Quise entrar en tus ojos de chocolate.

Quise perderme en tu pelo de mareas.

Quise pasear por tu piel.

Quise colonizar otros territorios: montañas, montes, colinas, selvas y desiertos sólo con la guía de la constelación de tus lunares.

Quise atravesar tu mente como un rayo, para quedarme allí.

Quise comerte los dedos como chocolate.

Quise comerte íntegra y chuparme los dedos cual manjar, cual regalo divino, proveniente sólo de aquí, misteriosamente de aquí.

Quise conocer todos tus secretos y pensamientos.

Me dejaste hacer todo eso y mucho más. Propusiste. Fui feliz. Mucho. No hay palabras para describir.

Algo pasó.

El rancho se quemó.

Tus ojos miran ahora con piedad, a pesar de tu crueldad. El chocolate de ellos no es ahora sino una oscuridad que te ahoga, te pierde.

Tu pelo es seda ahora, no un mar para navegarlo, ya no es mi mar.

Tu piel marca otros senderos y caminos, no los míos.

Me echaron, las puertas se cerraron, las estrellas siguen allí, sólo que ahora son marcas sin guía.

Estoy fuera. No tengo nada en ti. Has construido una muralla, como buena cartagenera. Me estoy conformando con las migajas que lanzas por encima de las murallas, con las que subsisto.

Las puertas se cerraron y no se volverán a abrir.

Extraño mi vida al interior.

Extraño mi vida contigo.

Extraño extrañarte tanto.

Extraño que me extrañes, que te emociones al verme. Ahora sólo soy otro más.

¿Qué pasó?

La nostalgia que me carcome, la melancolía que aplasta con la avalancha de recuerdos.

Cómo me gustaría que volvieras a ser mía.

Cómo me gustaría que todo volviera a hacer como antes.

Me encantaría volver a hacer mi casa en tus labios.

Ya eres ajena, por lo menos, a mí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuando era niña veia los programas de princesas en la tele ellas siempre felices con sus principes amor verdadero y para siempre. Pero solo era cuento de hadas yo estaba viviendo ese cuento de hadas contigo pense que eras mi verdadero amor yo daba mi vida por ti me entregue cuerpo y alma soñaba que eras mi amor verdadero y duradero hasta me imaginaba hijos. no se porque escribo esto pero al leer tus palabras no puedo contener las lagrimas ya que viajo el pasado y me recuerda lo felices que fuimos pero cambio el rubo de nuestras vida.