Me gustaría levantarme y que no fueras lo primero en lo que pienso.
Me encantaría dormir las horas justas y no las que arañe o que el cansancio les robe a la noche. Créeme. Sería lo mejor que le podría pasar a mi cuerpo: no atormentarme cada noche antes de dormir con tu recuerdo, el imaginarte y no tenerte... ni en sueños.
Tampoco sueño.
Tengo pesadillas.
Evito dormir por temor a lo que me pueda encontrar en aquél mundo horrible donde sólo soy una imagen, donde estoy fuera de aquél plano, tu realidad, que también fue la mía.
Cada vez que cierro los ojos es abrirlos al infierno. Trato de distraerme, de no pensar en ti, de no recordar, de no figurarte, pero la mente me traiciona cada vez que le da la gana.
Ahora soy nada.
Me encantaría, en serio, hacerte caso, de la manera más formal, besarte en la mejilla, sonreír cortesmente y olvidarte. Me encantaría, en serio, hacerte caso, pero no puedo.
Me cuesta verte y no intentar besarte, me cuesta verte y no imaginarte sin mí, es la peor parte.
Yo podría dármelas del duro e ignorar todo, pero no es así, he llegado hasta lo último, donde la dignidad es sólo una palabra de letras que se han juntado al azar, no significa nada.
Tanto tiempo sin dormir sólo me ha hecho tener alucinaciones -esto es peor, te veo, como idea, en todos lados, te confundo con sombras y objetos, son milésimas de segundo donde la ilusión de volverte a ver (así sea por accidente) y que me sorprendas con tu presencia, calman mi angustia; después de espabilar, no queda sino el choque. Alucinar con tu olor, con tu piel, con tu voz, no es sino el camino del éxtasis previo al golpe.
Me pides un imposible.
Quisiera arrancarte de mí, que se desprenda, incluso, tu olor de mi piel. No confundirte y ver claramente que no eres tú, que son alucinaciones... Quisiera no recordarte más... Con dolor...
Mas.
Es inevitable.
viernes, 19 de abril de 2013
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