domingo, 7 de octubre de 2007

Estoy tumbao

Pensé que iba a colapsar de la ira. Supuse que la mejor manera de desviar la reacción de esa acción era clavándolos, pero con un pico de una pancha de medallo en el cuello y que sientas palpitar tu yugular con el filo del vidrio, raspándote la piel, varía las cosas. El blog puede servir.

Ambos medían de 1,58 a 1,64, morenos, delgados, entre los 50 a los 60 kgs., con edades que podrían ser 20, 24 años, quién sabe. Yo: una masa de carne avaluada en 105 kgs., extendida 1,90 metros, con problemas de ira -en este momento, poco controlables.

Bien, la historia, para no repetirla por enésima vez desde las 4 y media de la mañana, fue simple: iba caminando por la biblioteca Distrital, escribiendo un mensaje de texto, hasta que éstos sujetos se me pasaron por el frente, y se me encaminaron de espalda, el resto es "quédate quieto y entrégalo". Los miré a los ojos desde que venían de frente, me parecieron hasta amables, nunca me imaginé que me atracarían, porque nunca había pasado antes en mi vida. Lo que me dije fue: "estos manes están es chapetos y como casi todo chapeto, deben ser hasta amigables". Todo lo contrario. Pareciera que no aprendiera en NO confiar en la gente tan rápido, pero bueno. El sonido de la botella que llevaban en la mano y que quebraban en ese instante me alarmó, hasta que vi la sombra del pequeño muchacho que saltó y se me prendió del cuello. Ha podido ser fácil, únicamente voltearme y romperle la nuca, pero cuando quise hacerlo, podría ser un suicidio, el pico ya estaba en el cuello. Está bien, siento la rabia más grande del mundo, pero tómenlo, se les devolverá en la vida. Cállate que sino te corto. El otro muchacho lo tomó, lo apagó y simplemente salió corriendo, mientras que el pequeño que ya estaba raspándome el cuello como a un cerdo en el matadero, me soltó y corrió tan rápido como pudo, sin darme la espalda. Debajo de unos palos estaba otro, que le chifló y le hizo seña hacia un callejón. Un butifarrero fue el que me más me atemorizó por semejante cuchillo que compite con el de los carniceros. Pasaron por el frente de él, y no supe si estaba de mi lado o no. Cuando sentí la maldita sensación en el cuello, de que algo molesta, y se te quiere volver un chibolo, cuando sentí esa casi olvidad sensación de que no te palpita sólo el párpado del ojo derecho, sino el del izquierdo también, salí a perseguirlos. Hijueputas, regresen esa mierda! Buena esa héroe, casi que te cuesta la vida. "No vengas para acá, que vas a tener es problemas, oíste?" Me importa un carajo. Todo iba bien, hasta que el que se veía más amigable me muestra un revólver, pero el del pico en el cuello, me saca un puñal de algunos 40 cms. Mierda, no voy a dejar que me corten por un celular. Bien, saca el chip de ahí y déjenmelo en el piso. No -dijo el del pico, pero me lo tiró, con el resto de la botella y las esquirlas se me regaron en el cuerpo, y ellos seguían corriendo. Me metí por el mismo callejón mientras que bajaron la velocidad y me apuntó (el amistoso) con el revólver (que estaba cargado, que era lo peor, ya que se podía ver el opaco del plomo a través de la manzana), a medida que desarmaban el celular y le sacaban la tarjeta. Ahí empezó la correndilla mayor. A quién quería engañar con eso de que el celular no valía la vida? La rabia que sentía era superior a toda esa filosofía barata. Una cuadra de persecusión después, en el Socorro, Plan 50, encuentro unas personas bebiendo en la terraza de su casa, donde quienes llego, aún con la hijueputa palpitadera del ojo izquierdo, y pido el teléfono.

-Aquí no hay teléfono mijo, qué pasó?
-Señor, es que me acaban de atracar y quiero llamar a la policía.
-Qué te robaron?, -dijo el que estaba más borracho, quizá.
-El celular.
-Quiénes?, -dijo otro que estaba ahí.
-Un par de muchachos que se acaban de venir corriendo por acá. Por favor, préstenme un teléfono.
-Ah sí, nosotros pensamos que era un pelea cuando oímos la trifulca, también que el butifarrero iba a cercenar al que fuera -me respondía una muchacha de las que se paró a ver.
-Ven y siéntate muchacho, que ya vamos a llamarte allá -me hablaba el viejo con el que hablé primero, con un tono que se me hacía incomprensible, como el de todas las personas, e incluso, los rateritos.

Al entrar, el más borracho de todos trata de alegrar la cosa: eso se quita con un trago! Sírvanselo! Incluso, hasta me sacó una sonrisa en medio de la ira. Narré la historia, todos viéndome el cuello colorao, esperaron hasta que el más chapeto de la fiesta dijera: "nojoda, si necesitas un revólver, yo tengo uno!", para que el viejo, y otros dos añadieran: "sí, acá hay uno", y "yo también tengo otro acá". Lo que menos quiero es un tiroteo, o cosas de armas, respondí después de tomarme el trago y tratar de distraerme con los videos de música africana. Me azaré al ver esos revólveres. Se me vinieron a la mente episodios catastróficos presenciados, en los que esa combinación ha dejado problemas y tragedias. Diez minutos narrando la historia y hablando del puto celular que ya estaba a punto de tirar la toalla, entra la llamada al 123. Explicando la cosa y exponiéndole al polocho, aparece una patrulla quince minutos después. Quince minutos en los que yo hubiera podido dormirme si hubiera hecho parte de esa "gran hazaña", haberme metido en cualquier casa y ya. Quince minutos en donde hablábamos del descaro de los "pelaos", dejándome la Sim en una paredilla, y de que con el cuerpo mío, no hubiera hecho nada, y bien, las cosas no son fáciles cuando tienes un pico de botella raspándote el pescuezo. Sentía tanta rabia, que de momentos me era ininteligible reprimir esa ira. Uno, dos... cuatrocientos cincuenta y ocho... Aún me palpita, pero menos, respiro hondo, pero bien, "riéndome", de las cosas que tenía el celular, y que nuevo podría costar algunos 80, pero que de segunda y en el estado en que estaba, no darían ni 30, me aliviaba el hecho de que los videos presentes en ese tipo de celular, son intransferibles a otro medio, por lo tanto, la única manera que podrían comprometerme, sería que recargaran el celular cada veinte minutos, vieran los videos, y ya, pasarse el aparato entre quienes quisieran ver, porque de las fotos, no me preocupo, hay es algunas de Boris (el de Turbaco), Jenny, Araque y no me acuerdo qué más. La patrulla aparece, los policías tienen más cara de sueño que yo. Pierdo mi tiempo explicándoles, dicen que regresaran, pero nunca lo hicieron, esperé hasta que los que estaban en la casa se aburrieran de querer emborracharme, hasta que despertaran a los vecinos de al frente, quienes eran familiares, los de al lado, se robaran un queso (los jóvenes), cantaran en medio de la calle, se bañaran con el hielo de la botella, y que al final, discutieran y saliera el sol. En todo ese tiempo, el vello del cuello seguía erizado, y sólo me palpitaba el ojo derecho. Parpadeaba y me asustaba porque fuera a quedarme ciego, o algo así, empezaba a ver borroso y blancuzco a veces. Lo mejor era olvidarlo con el chiste del queso y el de la flatulencia del anciano. Y rezarle a quién-sabe-qué, para que no apareciera la policía en esos momentos, se estaba llevando a cabo un espectáculo público, o algo así.

Escuchar rock y metal es malo. Beber es malo. Por eso es que estoy así y por eso es que nos tumbamos el queso de la evangélica que vive al lado, un holandés.

Eso me repetía una y otra vez entre risas con el que más hablé. Sentía vergüenza por aparecerme en una fiesta ajena. Pistolas, teléfonos, ron, shows, comida, policía, todo apareció en una hora. Pero la ira no se me desapareció.

Al final, agradecí a todos por su amabilidad y cogí el mismo camino que había recorrido en sentido inverso.

Nunca me habían atracado. Había presenciado otros atracos. Me habían intentado atracar, pero todo era frustrado, empujones, trompadas, etc., ninguno armado, ningunos tan idiotas. A ver, en mi billetera, tenía 240 mil, que me habían pagado por arriendo, también tenía 2 grs de perico que no sé a quién se lo guardé una vez hace ya como un año, y todavía no me había deshecho de él, hasta ahora que lo acabo de botar; también tenía mis papeles y demás, que son útiles para falsificación. En un bolsillo tenía Paroxetina (recetada) que puede ser agradable si en verdad no la necesitas, un buen sedante. En otro, tenía un reloj que tiene agenda para guardar números (in) útiles como el 123. Y en otro bolsillo, tenía un reproductor MP3. Entonces, por qué verga se antojaron de un celular viejo, sin cargador, sin chip, rayado, abriéndose por la mitad, y con problemas de señal? Antojaítos los nenes. Mi vida pudo costar esa mierda, pero a mi ira no le importó. Me vale tres tiras de mondá si se los quieren enterrar por el culo o si se lo quieren empujar a algún marrano por el precio que ellos deseen, al fin y al cabo, ya iba a cambiar de equipo, pero tenía videos y fotos ahí guardadas que no podré tomar otra vez en aquellos momentos. En la casa donde me dieron ayuda, me mamaban gallo diciéndome que me habían hecho un favor, a lo mejor ellos se embaucaron verdad, estoy tumbao, es el caso, pero ahora que lo pienso, en verdad no mucho, tengo el chip, y es Tigo, como tiene que ser, jajajajaja, bueno, en realidad es Ola, pero ya está, jódanse con su celular y disfruten los videos, al igual que les guste la verga que sale en la foto número 48, al fin y al cabo, es la mía, me la tomaron desprevenido en una payasi-fiesta, disfrútenla, como al celular, que me lo quitaron desprevenío.

Ah, y por si quieren saber también, la de la foto 61, es un burro copulando en Turbaco, la que sale en la 62 es el semen que gotea de la vagina de la burra y la de la 13, por si no la entienden, es el ano de un transexual en el Colegio Departamental (ellos o ellas se prestan pa eso). La 14 son las tetas del mismo travesti inyectadas con manteca (aceite Z). Creo que por la 30, o una vaina así, están las de David y Alex, espero les gusten. Y bien, por la 20, las tetas que se ven oscuras, son las de mi amiga Luisa, espero que se echen todos los pajazos del mundo viéndolas, por si no consiguen unas verdad, a ella le gustará igual sentirse morboseada o deseada en ese modo idealizado.

Suerte, engrosé la lista y el promedio cartagenero que habla de 8 de cada 10 personas, quienes han pasado por robos a celular. Gózenlo, pónganle los tornillos que hacen falta en la parte donde encaja la batería, de lo contrario, se les saldrá la tarjeta. Al teclado no le sirve el 0 ni la tecla C. Suerte en conseguirle esas partes. Ya es suyo.