jueves, 28 de abril de 2016

La búsqueda

La búsqueda.

Buscar un objeto conocido.

Buscar algo que sabes qué es, pero que cada vez se vuelve más distante, lejano y difícil, incrementando tus posibilidades de hallarlo; disminuyendo tus fuerzas, tu voluntad, menguando las esperanzas. Como aquella cosa que no encuentras, o, digamos, no recuerdas dónde la has dejado, pero que sabes no tienes, que no eres; te consuelas con la idea de conformarte con un "ya aparecerá"... Pero pasa el tiempo. Pasa, y el "cuando menos la busques, cuando menos lo esperas" no llega.

No obstante, conservas la esperanza que se apoya de voluntad y algo de las fuerzas que levantan tu cuerpo, aún, joven. Quieres simplemente tomar todas esas fuerzas que quedan, así como las que has reservado, para dedicarla al objeto, no sólo a la búsqueda, sino al objeto en sí. El propósito. El propósito de ser. Aquella fuerza infinita. Propósito pasional. Pasión de ser.

Día, tras día.

Día tras día.

Uno tras otro, deseas que pasen rápido. Nunca en tu vida has deseado tanto el fin, (si es que lo hay).

Los días se vuelven semanas, las semanas, meses. Unidades al fin y al cabo. Tu vida ttranscurre sin darte cuenta que estás viviendo. Me pregunto si acaso lo estamos, si acaso lo estoy haciendo. Me pregunto por el momento en el que he dejado de vivir, dejado de vivir la vida que tenía y que esperaba.

Empero, sigo esperando, la sigo buscando...

A un precio muy alto. Incalculable. Invaluable.

El tiempo.

El dinero.

No es que no me guste hacer lo que hago para ganar aquellos pesos que se vuelven casi como que en un indemnización, una regalía, una compesación que no desagravia. Aún así, se pretende transformar en el medio para la tan anhelada vida que no vivo.

No es que no me guste hacer lo que hago, pero... Pero no tengo la vocación, nunca esperé dedicarme a esto. Me suena horrible la palabra "dedicarme", me parece una eterna condena. No obstante, no es tan malo. Pero, no siento la pasión por hacerlo, por más valor que se le dé. Es que, aunque no me guste, se me vuelve en algo que no fluye, contra - natura, adquirido, sintético, artificial. Es como aquella novia que por muy bella que sea, simplemente no es tu tipo, y aún así, aprendes a querer, simplemente aprendes a quererla y a llevarte con ella, pero que no te llena. No es para tí. No es para mí. Es para otro. El hábito que espero que no se me vuelva costumbre me ha hecho quererla, o por lo menos, apreciarla o respetarla más.

Qué miserable.

Qué triste.

Qué falta de ánima.

Como si no hubiesen fuerzas para traer a una realidad lo que existe en otra. Y, simplemente, acomodarse en una, Que el mundo arda, se derrumbe a tu alrededor y tú con él sin que te des cuenta, ¿eres consciente de ello?

Ni siquiera cuenta el estilo o el modo cómo se redacta cuando se escribe, cuando se describe un estado de cosas en el que se vive, te engulle mientras cada vez te resistes menos. Tu rostro con los ojos cerrados es lo que intenta sobresalir, intenta escaparse instintivamente, y como acto contra tu propio ser inconsciente, te vas dejando...

¡Pero no!

¡Que aún no estoy adentro! -Me quiero engañar, cuando es cada vez más difícil la salida.

Sin embargo, no imposible. Difícil. No imposible. Que puede que esté cada vez más débil. Mas no derrotado. Al menos, no del todo. Intento recuperarme. Intento recuperar lo que es mío, con lo que he nacido.

Todos los días.

Todos los días, durante los últimos cuatro, diez, cinco -no sé, años, he estado postergando el momento en el que naceré de nuevo. El momento en el que viviré del todo, sin que ello se limite a momentos apartes, limitados. La vida en momentos extraídos del tiempo sobre la tierra en sí.

Todos los días.

Durante los dos últimos años me he estado yendo a la cama con una sensación de derrota, sintiéndome el gran perdedor de mi propia vida, sencillamente, ignorar cuando sucede, dejar a un lado ese espacio que se da a espaldas de mis ojos, o quizá, de frente, mientras miro hacia adentro. El tiempo pasa. Todas las noches me voy con esa sensación de pérdida, de que he perdido algo irrecuperable, algo que no quiero ver. Mientras el mundo a mi alrdedor arde, se derrumba, yo, inmutable, al parecer, el letargo amaina el trayecto hacia un bien superior.

Todos los días.

Todos los días se me hace más difícil levantarme, el peso de la irresponsabilidad de mi vida se incrementa diariamente. Pero me levanto, no con las mismas fuerzas, pero me levanto, entro al baño y hago todo lo demás que corresponde a la preparación del día, sin siquiera mirarme al espejo, para no mirar a quien estoy traicionando, a quien cada vez le soy menos leal. Pero te lo compesaré. Es lo que me da la fuerza para levantarme. Reivindicarme conmigo mismo. Te lo he prometido desde antes de

Y así, prosigue el ciclo, tratando cada día de hacer mejor mi trabajo muy a pesar del sentimiento de haber sido derrotado al caer en la cama.

Pero no me doy por vencido.

No me doy por vencido.

No me rindo.

Sigo con la ilusión y todas las connotaciones que se puedan mencionar al respecto, y de lo que he nombrado algo.

Pero sigo.

Sigo.